sábado, 10 de febrero de 2007

MOUNIER Y EL PERSONALISMO

POR GUSTAVO H MARTÍNEZ

Los trabajos de Emmanuel Mounier se ubican en un periodo no poco turbio: las dos guerras mundiales. Sin embargo, como Mounier Observa “la doctrina personalista en plenitud surge con el cristianismo”[1], de éste modo, no se adjudica la autoría de ésta línea de pensamiento, sino que se postula como descubridor de éste, una muestra clara la encontramos en, Tareas actuales de un pensamiento de inspiración personalista de noviembre de 1948[2], uno de los innumerables artículos de la revista Espirit -revista fundada por Mounier- en el que expresa, además de un claro compromiso social la exposición de su filosofía:

Hay que concluir […] que el personalismo debe ser el invento de una época, un montaje de escuela?, espero no se diga tal tontería. Y espero también que no se haga definir el personalismo: al echar demasiado pronto sobre él la zarpa del entendimiento, haríamos de él nuestro objeto, constituido por nosotros, para nosotros, siendo así que lo consideramos una traición y un descubrimiento en doble sentido, una corriente cargada del pasado e incierta de futuro, y que sólo ofrecerá su perfil definitivo en la consumación de sus promesas.[3]

Y continúa, no sólo, deslindándose, como se menciona anteriormente, de la autoría de ésta corriente de pensamiento, sino que aplica una carga histórica que sustenta -y explica- los elementos más significativos del personalismo, destacando que éste es -no una invención sino- una constante histórica que se demuestra sin el título de personalismo:

¡Cuántos profesores! ¡Cuántos americanos! Aunque ignorando hasta ahora, estos títulos de nobleza, tenemos sin embargo, nuestra pequeña tradición: Sócrates, el cristianismo, el largo esfuerzo de Europa para imponer al hombre sobre el mundo e insertarlo en el mundo, aún discerniéndolo del mundo. Un día, sin duda, iremos a extraer de ésta poderosa herencia una antología de clásicos del personalismo: para mostrar que no somos pequeños inventores: Este esfuerzo por distinguir el universo personal –el universo humano- del universo a secas y este segundo universo aquel hombre suscita mediante múltiples alienaciones contra su propio advenimiento, aparecerá como el eje de pensamiento y de acción de una humanidad poco consiente de sus fines, o, al menos como una aproximación de su destino.[4]

Como es sabido, el aspecto ético de cualquier línea de pensamiento se desprende también, como ya hemos dicho, de la antropología de que se hable, y en éste sentido se hace bastante interesante la referencia que se puede hacer acerca del personalismo en donde, lo ético es más evidente, pues éste rubro está estrictamente relacionado con la misma definición, así, el discurso ético toma especial fuerza y conserva especial valor.

Desde el título personalista podemos asumir lo que ya se ha mencionado en la última cita: la persona está en el centro de ésta antropología; aún así es evidentemente válida la pregunta: ¿Qué es persona?

Señala Teófilo Urdanoz –y es una crítica recurrente y un punto de discusión a sus trabajos, al hablar al respecto, que “Mounier […] se pierde en una selva de descripciones fenomenológicas, una serie de caracterizaciones sobre la constitución de la personalidad psicológica de hombre que llevan a una gran confusión”, sin embargo, consideramos, que en esto se encuentra, en gran medida, la particularidad de la naturaleza humana con su carga biológica, su integridad afectiva y emocional aunada a una realidad personal y también específica, asumida en gran modo por el “yo y mis circunstancias” de Ortega y Gasset y su riqueza en cuanto a ser creado, pues como señala Mounier que el termino persona, no es objeto:

[…]de verdadera definición. Siendo persona, la presencia misma del hombre, su característica última no es susceptible de definición rigurosa. Ella se revela mediante una expresión inmediata de una sustancia, sino la experiencia decisiva, propuesta a la libertad de cada uno; no la experiencia progresiva de una vida, la vida personal. Ninguna noción puede sustituirla.[5]

Sin embargo, en Manifiesto al servicio del personalismo “define” su concepción de persona:

Una Persona es un ser espiritual constituido como tal por una forma de subsistencia y de independencia en su ser>. Mantiene esta substancia mediante su adhesión a una jerarquía de valor libremente adoptados, asimilados y vividos en su compromiso responsable y en una constante conversión; unifica sí toda actividad en la libertad y desarrolla por añadidura, a impulsos de actos creadores, la singularidad de su vocación>>[6]

Ahora bien, si nos referirnos al discurso ético deslindado de los trabajos filosóficos de Mounier, apreciaremos en ciertos puntos una tendencia hacia una realidad menos particular –en cuanto a individualidad humana- de lo que expresa en su aproximación al término personalismo, debido a que en diversos momentos su crítica se aboca a los temas socio-políticos de especial relevancia de su contexto histórico, lo que ha llamado “desorden establecido”. Consideramos que es más bien que en estos trabajos, sí se refiere a la persona y su dignidad, pero más bien desde su característica comunicativa expresada en un contexto social.[7]

El título que Emmanuel Mounier utiliza para “distinguir” o “identificar” su personalismo es Personalismo Comunitario ya desde los artículos que van de 1932 a 1935, Revolución personalista y comunitaria que contienen todo el programa de acción del movimiento Espirit, así, el personalismo al que nos referimos, no termina con un mero análisis de la persona, lo cuál señala Urdanoz, no tendría sentido para él, pues la persona es esencialmente de naturaleza comunitaria y se proyecta en los distinto niveles de la comunidad, y la estructura social que deben de ser conformadas a partir de las exigencias propias de la naturaleza humana.

La crítica de los sistemas opuestos al personalismo es el punto de partida de la doctrina de Mounier[8], apunta Urdanoz, además recuerda que en el Manifiesto encabeza ésta crítica: El mundo moderno, contra el personalismo.

Aquí, primeramente, critica al individualismo, el cual considera como visión estrecha, una decadencia del individuo. El espíritu burgués implica la corrupción de los valores espirituales, sustituyéndolos por una insaciable aspiración a las riquezas materiales y al poder con la opresión de los pobres.[9]

La situación histórica de Mounier es la del fascismo italiano y nazismo y en éste sentido expresa al día las críticas contra éstos sistemas y cualquiera que fuese totalitario, pues son contrastantes a lo que postula el personalismo con la libertad como valor principal de la persona. El fascismo, como dominio de lo irracional y opuesto asimismo a la primacía de lo espiritual. El fascismo minimiza el valor de la persona, e impone a las masas un sistema opresivo que destruye sus libertades.

También rechaza al comunismo marxista por haber en su argumentación primigenia una negación metafísica, así de lo espiritual y de la existencia de verdades eternas y valores trascendentes al individuo.










[1] URDANOZ, Teófilo, Historia de la Filosofía VIII, BAC 2ª ed. Madrid MCMXCVIII, p.504

[2] Este informe fue presentado por Mounier en el congreso que la revista Espirit celebró el mes de julio de 1948
[3] MOUNIER, Emmanuel, Mounier en Espirit, colección Espirit no. 26 Caparrós editores, Madrid 1997 p. 91
[4] MOUNIER, Emmanuel, Mounier en Espirit, colección Espirit no. 26 Caparrós editores, Madrid 1997 p. 92
[5] URDANOZ, Teófilo, Historia de la Filosofía VIII, BAC 2ª ed. Madrid MCMXCVIII p. 305
[6] La vocación central* del hombre es la de ser una persona en situación de comprometerse libre y responsablemente y capaz de vivir una vida espiritual.
* MOUNIER, Emmanuel, Mounier en Espirit, colección Espirit no. 26 Caparrós editores, Madrid 1997 p. 92; dice M.: Decimos central y no última para reservar la inserción suprema de ésta perspectiva cristiana. Para todo lo que sigue, ver desarrollos mas amplios en los números dedicados a la revolución personalista y a la revolución comunitaria (diciembre, 1943-Enero 1945)
[7] Durante la guerra de España, Mounier adopta una postura a favor de los republicanos y en contra de los nacionales, además de admitir, cierto nexo con exiliados comunistas.
[8] URDANOZ, Teófilo, Historia de la Filosofía VIII, BAC 2ª ed. Madrid MCMXCVIII p. 378
[9] URDANOZ, Teófilo, Historia de la Filosofía VIII, BAC 2ª ed. Madrid MCMXCVIII p. 379

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