sábado, 10 de febrero de 2007

DE TRAGEDIA, OLVIDO Y OTRAS BESTIAS DE DESTRUCCION MASIVA

POR GUSTAVO H MARTÍNEZ
A: P. PIÑON GAYTAN




Desafortunadamente la memoria de los que vivimos en lo global es limitada y dado que los cristianos son víctimas de este vendible suelo multicolor, dicho mal resulta tristemente aún más penoso. Y hace mas de un año que las noticias pasaron por varios días haciendo del conocimiento de millones de teleespectadores los trágicos sucesos de los mineros en Pasta de Conchos, Coahuila; primero, la expectativa alimentaba la esperanza, pero luego, tanto, cuanto corrían los días, ésta expiraba junto con las posibilidades de que existieran sobrevivientes y amargamente también expiraba una supuesta conciencia colectiva de justicia que latía en aquellos momentos de “solidaridad” nacional.

Los medios dejaron al descubierto infinidad de injusticias inscritas en un monte de corrupción e inequidad del que las personas, obreros y familiares eran víctimas. Carlos Loret y Javier Alatorre hacían severas “críticas” -o más bien comentarios- acerca de la calidad de vida de los habitantes de Pasta de Conchos, incluso uno de ellos, sacó en una ocasión un billete de cincuenta y otro de veinte pesos, los mostró e hizo la pregunta al aire, ¿cómo es posible mantener a una familia con esto?; en las iglesias se rezaba, las mujeres piadosas pedían a Dios y nunca faltó un comentario al respecto; la indignación ante tales condiciones de vida se hacía presente. Pero en lo globable, todo se pasa, los medios masivos pusieron luego más cuidado en otras cuestiones que fueron, “más importantes” tal vez, “más escandalosas” o probablemente más sangrientas, pero que en definitiva y evidentemente, más redituables y como nuestro amigo Loret, el buen Alatorre y el experimentado Dóriga no hablan más del tema, la conciencia colectiva se ha desvanecido.

Con esto, resulta irrisorio cómo los ánimos de muchos “cristianos” cambian al ritmo de lo que les place a los medios masivos de comunicación, resulta aterrador cómo el sujeto que enciende las noticias se vuelve objeto del monstruo mediático; más catastrófico resulta que la conmiseración que se llega a tener sea producto de lo que se dice en las noticias y no del insoslayable dolor que todos los días tenemos frente a nosotros, pues en Coahuila no vive toda la gente que sobrevive con setenta pesos –recordemos que el salario mínimo es aún menos de setenta pesos- ni con cincuenta, ni sin empleo. Más aún, en lo que a “creyentes” cristianos se refiere, he de recordar que –se supone- no es tan sólo la aportación dominical en la iglesia, ni la asistencia a los ritos de pascua, ni el ayuno, la práctica esencial del cristianismo, sino el “amaos los unos a los otros” siempre frente a esa enorme tentación del individualismo, donde la dinámica de la fe se convierte en risible protocolo de silenciar conciencias.

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